La Sangre de los 44 de Tehuacán: En noviembre de 1811 Morelos tomó Chiautla, Puebla uniéndose a sus fuerzas el valiente Valerio Trujano, partiendo juntos hacia la Mixteca donde Tehuacán jugaba un papel fundamental en la lucha independentista.
A principios de diciembre de 1811 fuerzas insurgentes atacaron la Hacienda de Ciciapa, hecho que hizo cundir el pánico en Tehuacán, pues era probable que los campesinos y peones de la región se unieran al movimiento rebelde provocando los saqueos y masacres que habían aturdido a México desde que inició la guerra de Independencia.
Para agravar más a las clases pudientes, Tehuacán no tenía defensas como las grandes Ciudades, las fuerzas armadas de México estaban diseñadas para repeler ataques externos (en las fronteras), pero no para contener movimientos al interior. En un conjunto de errores, en estas fechas a las pocas tropas destacamentadas en Tehuacán, se les ordenó marchar hacia Córdoba para proteger el Camino Real México – Veracruz, dejando a la primera sin protección alguna.
Invasión Insurgente en Tehuacán:
En la noche del 10 de diciembre, tropas insurgentes entraron a Tehuacán, sin embargo por su falta de organización se vieron obligados a partir antes del amanecer, atacando haciendas de la región. Esta situación puso en alerta a los comerciantes y autoridades de Tehuacán pero la reacción fue tardía.
Para el 11 de diciembre se convocó a una misa colectiva organizada por clérigos y autoridades, en una celebración que se prolongó hasta la madrugada del 12 de diciembre, festividad de la Virgen de Guadalupe, efectuada en la actual Catedral de Tehuacán, era como si pretendieran que con el apoyo divino pudieran evitar la debacle, pero mientras los insurgentes se preparaban, el escenario en Tehuacán era de jolgorio, sin embargo al salir las comitivas y dejar el templo solo, éste ardió consumiendo definitivamente su arte ornamental original y desmoralizando más a los tehuacaneros.
Nuevamente los comerciantes unidos a la iglesia y las autoridades civiles solicitaron con urgencia apoyo a la autoridad virreinal, asegurando que en la Ciudad había más de 100 rebeldes identificados, reclutando cada vez más campesinos y poniendo en riesgo a las haciendas y bienes productivos. El Virrey envió 200 elementos del ejército a poner orden, éstos torturaron y fusilaron a los sospechosos, en un gesto de total prepotencia generando más odio del que ya había entre la clase oprimida.
La derrota de los Realistas:
Cuando la situación social estaba en aparente calma, se quedaron solo 80 elementos realistas, bajo las órdenes del Teniente Santiago Fernández, quien reclutó por la fuerza a más elementos de la población para engrosar las filas del ejército virreinal, llegando a controlar a más de 150 soldados efectivos, sin embargo frente a las maniobras de Fernández, el movimiento insurgente cada día se hacía más grande, el odio estaba en su apogeo y Tehuacán era un barril de pólvora, en el cual los rebeldes querían que corriera la sangre de aquellos que por tantos años los habían explotado.
En marzo de 1812 Santiago Fernández fue relevado por el Capitán Francisco Rojano, realista convencido quien endureció las prácticas del ejército, no obstante, los insurrectos se hicieron presentes el 30 de abril mediante el mando de Julián Cortés, joven valiente que se apoderó de la Hacienda de San Lorenzo. Cortés viendo la situación comprometedora de Rojano, escribió una carta para pedirle que entregara a Tehuacán, sin embargo el carácter explosivo del español lo llevó a emprender un ataque frontal contra las tropas rebeldes. Al llegar a la Hacienda de San Lorenzo se dio cuenta que la batalla estaba perdida.
Rojano tenía una fuerza de 150 hombres, la mayoría a pie, mientras que Cortés tenía 300, la mitad de ellos a caballo. Los realistas fueron reprimidos y expulsados en una huida desbandada hacia Tehuacán, donde de inmediato se atrincheraron en el Centro, intentando ganar tiempo en lo que solicitaban el apoyo a Córdoba. Ya por la tarde los balazos y gritos de ambos bandos se escuchaban en todo Tehuacán, sin embargo al caer la noche, los insurgentes se dispersaron, dándole espacio a Rojano para dividir sus fuerzas, donde la mitad fue hacia San Francisco y la otra para “El Carmen”.
En manos de los rebeldes:
Por la noche, los frailes franciscanos convencieron a las tropas de Rojano para que desertaran y así lo hicieron, sin embargo los soldados realistas de “El Carmen” permanecieron fieles a la Corona Española. Durante la madrugada el capitán realista se dio cuenta del grave error que había cometido, en el Convento de El Carmen estaban refugiados casi todos los comerciantes españoles con sus familias, situación que enardecía más a los rebeldes.
Fresco estaba todavía el rumor de los hechos violentos en la Alhóndiga de Granaditas y todo se perfilaba para una masacre descomunal. No obstante esta situación, la cobardía de los españoles se hizo presente, pues no tomaron las armas junto con el minúsculo ejército realista, sino que dejaron sus vidas y las de sus familias en manos de enclenques soldados desnutridos, que bien debían haber estado del otro lado de los muros.
En la mañana los atrincherados de «El Carmen» estaban en pánico, esperaban que con los primeros rayos del alba se aparecieran los insurgentes con sus machetes bien afilados listos para cortar cabezas, sin embargo no ocurrió nada. Lo que pasaba afuera era que las tropas de Cortés se preparaban para el ataque final, donde el terrible José Antonio Arroyo incendió la puerta de la bodega principal, organizando un festín para posteriormente terminar avanzando hacia la planta baja del templo donde estaban los Españoles.
La Masacre de los 44
Era el último resquicio de la batalla, en la parte de arriba estaba la aterrada clase pudiente de Tehuacán, con frailes, comerciantes y políticos, esperando el resultado final. El pacto de rendición era inminente, no tenían alimentos ni agua, así que con ayuda de Ignacio Velázquez representando a los realistas y de “Ibargoyen” por el lado de los rebeldes, se acordó que se entregarían sin ofrecer más resistencia.
Tras horas de negociación, lograron que los niños, mujeres y varones menores de 17 años pudieran retirarse, pero los demás, los que se quedaron, dieron origen a los 44 de Tehuacán. Ellos fueron depositados en manos de sanguinarios criminales como José María Sánchez De La Vega y el ya mencionado José Antonio Arroyo. En una última parte de la negociación y temiendo lo que era casi un hecho, Vázquez, el defensor realista, logró el acuerdo de que los prisioneros serían entregados al General Mariano Matamoros.
Arroyo, sabedor de esta situación se impuso por la fuerza e impidió que los prisioneros fueran consignados según el pacto, al contrario, viendo a los peninsulares y criollos desmoralizados y sin armas, pidió que se les desnudara y emprendió así una penosa caminata, hasta Tecamachalco. En el camino inclemente, con los pies destrozados, no permitió que a los prisioneros se les diera agua ni alimentos, lejos de eso en Tecamachalco fusiló al tehuacanero Manuel Victoriano Sánchez, uno de los organizadores del movimiento de resistencia y no conforme con esto, antes de la ejecución lo torturó, obligando a su hijo a presenciar este acto bárbaro.
Terminada la ronda de fusilamientos, Arroyo ya no sabía qué hacer con el resto así que siguieron la marcha, sin embargo al notar que las fuerzas del contingente de prisioneros ya no daban para más, se dirigió hacia “El Puente de los Chichimecos”, lugar donde pudo abandonarlos a su suerte, sin embargo prefirió ordenar una nueva tanda de fusilamientos. Después, con su sanguinario proceder prefirió ahorrar munición y en un hecho grotesco, pidió a sus tropas que terminaran el aniquilamiento a machetazos.
Este horror histórico acabó con una gran parte de la población de españoles de Tehuacán, los pocos sobrevivientes emprendieron la huida de inmediato, dejando atrás su patrimonio en manos de las primeras fuerzas insurgentes que lejos de honrar a la causa, pronto se convertirían en una vorágine que redimió afrentas ancestrales a machetazos, ocasionando en Tehuacán y en México una crisis social y económica que tardaría más de un siglo en recuperarse.
Parte de la historia oscura de Tehuacán.
Resúmen histórico de la revolución de los Estados Unidos Mejicanos
Carlos María de Bustamante, Pablo de Mendíbil
2 Respuestas
Adriana Juárez
Pobrecitos ¿No? Tan buenas personas que fueron con los indígenas.
Andrés
Tienes razón Adriana, la comunidad española no destacó como la de mejor trato con los naturales, sin embargo lo que causa indignación es la saña con la que actuó Arroyo, bien pudo perdonarles la vida y abandonarlos, lo que seguro hubiera significado la muerte, pero en vez de eso, los masacró.