La Leyenda de la Carreta en Tehuacán: La Carreta de los Apestados es una leyenda que tiene como escenario la Iglesia de San Juan de Dios de Tehuacán.
La historia comienza en 1695, año en que la joven Ciudad de Tehuacán sufrió el azote de la terrible «Peste de los Indios», tan destructiva que en pocas semanas acabó con más de mil personas, en su mayoría naturales que al no contar con la atención necesaria, perecieron inermes ante la plaga que pronto se propagó sin control.
Por ese tiempo se cuenta que en el Convento y la Iglesia de San Francisco los frailes se dieron a la tarea de ir casa por casa recogiendo los cuerpos ya sin vida de las personas que sucumbían ante la pandemia. Recordemos que en esta época el Clero realizaba muchas de las labores del Estado, llevando el control del registro civil, las penas criminales y por supuesto de las misiones de sanidad.
Los franciscanos se encargaron de atender a los apestados de la siguiente manera: Todos los días antes de que saliera el primer rayo del sol los religiosos, encapuchados y con una especie de botas que llegaban hasta el pecho, llevarían cuatro carretas tiradas por dos mulas, pasando por las calles de Tehuacán dando la bendición de Dios y recogiendo los cuerpos de los «apestados» para darles una cristiana sepultura.
La peste de los indios se sale de control:
Conforme pasaron los días se tuvieron que marcar las casas para saber cuáles estaban apestadas y cuáles no, esto se hizo con un preparado de hierbas que parecía sangre, pintando una cruz roja en las puertas para indicar a la gente no se acercara ya que ahí había llegado la peste. Esta marca era señal de muerte pues si alguien estaba en ese domicilio nadie le ayudaba, lo abandonaban a piedra y lodo para morir entre los dolores de la enfermedad.
Mientras la epidemia avanzaba los frailes recogían muertos a diestra y siniestra, sin embargo creían estar protegidos por el poder de Dios siendo inmunes a la enfermedad; esto fue un grave error del cual se dieron cuenta a medida que se fueron contagiando… el tiempo que les tomaba a los religiosos llenar la carreta con los difuntos, bendecirlos y enterrarlos era demasiado. El sol tocaba los cuerpos y hacía que estos se hincharan, a veces reventando y contagiando con su hedor a los desgraciados monjes.
La peste se salió de control y los franciscanos que ya eran pocos, tuvieron que cambiar los planes: En adelante pasarían por la calle con su lúgubre carreta y las personas tendrían que arrojar en ella a los apestados, ahora todo era más rápido pero a veces por las prisas echaban a la carreta vivos y moribundos que eran golpeados con un garrote en la cabeza para dejarlos inconscientes. Al final, la peor parte del nuevo plan fue que a los caídos ya no se les iba a enterrar, ahora se haría algo más rápido:
Los quemaron vivos:
A eso de las seis de la tarde llegaban las cuatro carretas llenas de cadáveres, ya no al templo de San Francisco ni al Panteón, sino a donde se encuentra actualmente el Hospital Municipal de Tehuacán. A esa hora, un sacerdote ya estaba listo para oficiar una breve misa y terminado, cada carreta era rociada por agua bendita para luego ser vaciada en una fosa, atizada desde el fondo con ramas y antorchas, quemando ahí los cuerpos de los infelices apestados.
Se dice que el primer día de la quema un escalofrío estremeció el cuerpo los religiosos, ya que muchos gritos de dolor emanaron de aquel pozo del infierno haciéndoles ver que muchas de las personas que habían echado a la carreta aún estaban vivas. Así transcurrieron los días y las carretas siguieron su trajín subiendo tanto a vivos como a muertos para al final del día hacerlos arder en las llamas de la hoguera. En cuestión de meses Tehuacán se repuso de la peste pero a cambio la pandemia se llevó una gran cantidad de almas, un recuerdo imborrable de la «Peste de los Indios».
La Leyenda de la carreta en Tehuacán:
Al paso de los siglos surgió así el mito de que por la calzada de las Palmas, por San Lorenzo, por el Tecnológico o inclusive en el mismo centro de la Ciudad se escucha una carreta que pasa con su terrorífico rodar llevando almas torturadas, algunos dicen que a las 12 de la noche, otros que a las 3 de la mañana, otros creen que pena por las almas del trenazo, pero los que son más desconocen que esta carreta viene apareciendo y desapareciendo desde hace siglos como una siniestra broma de la vida después de la muerte.
¿Y tú la has escuchado?
2 Respuestas
C
Es interesante el blog PERO ¿de dónde sacan la información? Sería bueno dar a conocer las fuentes.
Octavio Augusto Curro Castillo
Mi abuela nos platicaba de esa leyenda de la carreta, sé que en San Juan de Dios existe la fosa común donde se arrojaban los cuerpos. También mi abuela nos platicaba que Dr. Manuel Pereira Mejía recomendaba que no se abriera para nada esta fosa por precaución y además hubo epidemia de cólera en el siglo XIX y se habla del uso de dicha carreta, mi abuela comentaba que los pobladores de San Gabriel Chilac no sufrieron pérdidas humanas, por el gran consumo de ajo que acostumbraban, si lo creo, recientemente me enteré que el ajo sirvió de antibiótico por los soviéticos durante la gran guerra patria contra los nazis.