La Fiebre del Onix:
Los niños de San Antonio Texcala crecen entre pedazos de ónix y polvo color de oro por doquier. Desde muy pequeños, quizá entre los 8 o 10 años comienzan a trabajar en los talleres artesanales, donde con herramientas de corte, pegamentos y fibra de vidrio, aprenden el proceso manual de fabricación de estatuillas, lámparas, esculturas, juegos de dominó y mil figuras diferentes que se elaboran en mármol, ónix y otras piedras semi-preciosas.
Por la década de 1930, Texcala y La Venta se caracterizaron por ser productores de materias primas, pues en sus canteras se obtenían hasta 3 mil toneladas semanales de ónix y 5 mil de mármol que se comercializaban en toda la república mexicana. Los canteros de ese tiempo ya sabían que «el cuete» era el grito de guerra, tenían que ponerse a salvo de las piedras que volaban a 20 o 30 metros de altura tras las explosiones de la dinamita, técnica que hasta la actualidad es empleada para fragmentar las vetas de ónix y que no en pocas ocasiones termina en tragedia.
Como pasa en cualquier industria ya para la década de los sesentas, varios emprendedores del ónix y mármol de Texcala y Zapotitlán tuvieron la inquietud de conocer más a detalle la forma de explotar sus piedras y encontraron la manera de fabricar por sus propios medios artesanías de una calidad regular. Tehuacán y la región cobró importancia en ese momento pues hubo varios interesados que montaron talleres en las juntas auxiliares de Santa María Coapan y San Lorenzo Teotipilco, donde la producción de estas artesanías elevó su calidad generando una importante derrama que se unía a la provocada por la industria embotelladora y la ganadería.
Para la década de 1980 los artesanos y canteros de Texcala y Zapotitlán tenían pedidos mensuales de hasta 10,000 juegos de damas chinas y 20,000 de dominós, todos en ónix y mármol. Pronto Tehuacán, La Venta, Texcala y Zapotitlán empezarían a competir a nivel nacional con los productores de Tecali de Herrera, Aguas Calientes, Hidalgo, Querétaro y el Distrito Federal, situación en la que los primeros se vieron favorecidos temporalmente al ofrecer precios mejores que los de su competencia.
Fue una época dorada en la que contingentes completos de comerciantes adquirían no sólo materias primas, sino artesanías económicas que se vendían en México y en el extranjero. La bonanza duraría poco, porque los comerciantes nacionales infectados por la fiebre del ónix saturaron el mercado, los precios de las piedras empezaron a bajar y la calidad del trabajo artesanal disminuyó, esto ocasionó que el mercado que buscaba calidad comprara sus piezas en Tecali de Herrera, el centro y norte de la república, dejando la artesanía de baja calidad (la mal pagada) en el sur del país afectando a los productores de nuestra región.
Hoy en día la producción general conjunta de Zapotitlán, Texcala y La Venta llega apenas a 400 toneladas mensuales de ónix, debido a la escases de los yacimientos, ya que la explotación indiscriminada a lo largo de varias décadas ha repercutido en que ahora deben excavar hasta a 30 metros de profundidad para obtener vetas nuevas. Esta situación también genera que los costos de producción se incrementen y en ciertas ocasiones el precio de venta queda fuera del mercado, lo que obliga a los dueños de las canteras a tener que elaborar artesanías de mejor calidad a un precio más bajo, esto para mantener su productividad.
Otro factor preocupante y que nos invita a la reflexión es el escaso desarrollo urbano que predomina en San Antonio Texcala y Zapotitlán, pues pese al éxito comercial que trajo consigo la fiebre del ónix, el desarrollo y la calidad de vida no se vio favorecida como si el dinero hubiera parado en otro lugar, lejos del sitio donde dieron origen a las materias primas que hoy decoran las residencias más lujosas de México. Por ejemplo “La Venta”, luego de ser el corazón de la producción de ónix en México, hoy es un pueblo fantasma con apenas 200 habitantes y cuyas canteras se encuentran casi abandonadas.
Al terminar esta edición y luego de conocer casos de éxito, de personas que perdieron a sus familiares trabajando en las canteras, de familias que hicieron mucho y se quedaron sin nada, nos preguntamos si frente a estas condiciones el ónix puede seguirse viendo como un proceso artesanal sustentable, como una industria o como una tradición que pronto, frente a las condiciones del mercado actual, quedará en el olvido como otras tantas actividades económicas del Valle de Tehuacán que simplemente desaparecieron.
En el principio del artículo hablábamos de los niños y nos es difícil comprender cómo es que ahora ellos aprenden el oficio por obligación, por apoyar a su familia, pero que realmente el sueño que persiguen es ir a Nueva York a ganar dólares como en su tiempo lo hizo la generación que les antecede, pues esta región es una de las que mayor impacto sufre ante el fenómeno migratorio. Lo que debemos aprender es que en toda industria o empresa tenemos que mejorar, saber interpretar el mercado y ahorrar para los tiempos de crisis, además como consumidores entendamos que una artesanía involucra trabajo original, realizado a mano y que por ende tenemos que pagar el precio justo, reviviendo así las tradiciones que en algún momento fueron un pilar económico de regiones como Texcala y Zapotitlán.
Una respuesta
Juan Alberto Ramirez
A quien corresponda: Somos una empresa mediadora y tengo unos interesados en la compra de Onix 15 toneladas aproximadamente mensual..
Me gustaria me den informes de todo y principalmente costos..
Saludos Cordiales